En España, el gobierno de Zapatero ha puesto en marcha un contundente plan de ajuste y, en el momento de escribir estas líneas, estudian una reforma del mercado laboral que permite el abaratamiento del despido. Se trata de uno de los paquetes más agresivos de Europa, lo cual implica, en caso de tener éxito, una opción del actual ejecutivo español por contribuir a romper las reglas del juego y los equilibrios sociales. Además, puede infringir una derrota de importancia histórica al movimiento sindical de nuestro país y desarticular a la izquierda política durante un largo periodo. Nada de ello es una sorpresa. La segunda legislatura de Zapatero ha profundizado un giro a la derecha en otros múltiples temas que se aúnan con muestras de notoria incapacidad política del equipo gobernante.
En estas circunstancias se dan las premisas teóricas en España para el desarrollo de un espacio a la izquierda que frente a la orientación liberista del PSOE y a la atrofia de IU permita unificar las acciones de quienes defienden una alternativa de derechos y de libertades frente a las exigencias del capital. Desdichadamente, entre la necesidad de algo y su efectiva presencia hay una larga distancia.
Ese espacio político existe en otros países y tiene en Europa diversas expresiones, como el Bloco de Esquerda en Portugal, la heterogénea franja de voto alternativo en Francia (Verdes, Anticapitalistas, Frente de Izquierda), Verdes y Die Linke en Alemania, etc. Es recomendable una reciente entrevista con Francisco Louça, dirigente del Bloco portugués, para evaluar las dificultades y las elecciones básicas que implica esa orientación. En ella, define perfectamente el horizonte de que “ante la desesperación social lo que tenemos es un reformismo sin reformas, una socialdemocracia sin compensaciones” y el papel que puede cumplir ese nuevo espacio político “que aún no se había reconocido a sí mismo” (Viento Sur nº 110, www.vientosur.info/articulosabiertos/VS110_Chico.pdf).
La anomalía de la izquierda española
La hegemonía absoluta del PSOE como expresión social y electoral de la izquierda española es una singularidad desde el final de la transición. De tal manera que en determinadas fases del ciclo político el voto al PSOE se convierte en el único referente para derrotar a la derecha. Por contra, cuando el descontento de una parte de la base social de la izquierda explota, la carencia de fuerzas organizadas suficientemente poderosas a la izquierda del PSOE acaba conduciendo a la abstención de una parte del electorado, al voto del miedo de otros sectores y, en conjunto, a la parálisis de la izquierda política.
A lo largo de treinta años se han confirmado algunos rasgos de esa evolución. Izquierda Unida, como antes el PCE, ha demostrado su incapacidad para dar expresión a esa necesidad y ocupar un espacio amplio, capaz de condicionar y determinar la orientación política del país. Del mismo modo, los partidos verdes han sido incapaces de articular en España un núcleo político de referencia. Finalmente, a lo largo de estas décadas se ha confirmado el completo fracaso del resto de la izquierda alternativa para conseguir un apoyo social relevante.
Sin embargo todo indica, desde un punto de vista sociológico e ideológico, que entre un 10% y un 20% del electorado, al igual que en Europa, podría sentirse inicialmente identificado con un polo de referencia de izquierda plural y radicalmente comprometida con los derechos sociales y la profundización democrática.
El mínimo común denominador
El fracaso de los distintos ensayos producidos hasta el momento para construir una fuerza unitaria y plural de izquierda tiene que ver con algunos males endémicos de nuestra izquierda de la izquierda:
-El primero de ellos es el sectarismo, que se expresa en la indeleble y permanente consideración de que el principal adversario es el que tiene ideas más próximas. El sectarismo puede acabar construyendo pequeños refugios de identidades, pero es incapaz de elaborar alternativas políticas que puedan aparecer ante la población como expresión de una identidad de izquierda social.
-El segundo de ellos es la ausencia de ambición. Resulta imposible crear una fuerza política significativa sin la ambición de dar cauce a una expresión mayoritaria de la población.
En momentos tan críticos como el actual, la reflexión de las gentes de izquierda debería abordar la posibilidad de echar a andar por nuevos caminos sin que para ello sea previamente necesario estar de acuerdo en todo, compartir un idéntico análisis de la crisis del capitalismo o disponer de una hoja de ruta a medio y largo plazo. Como en tantas ocasiones, la búsqueda de la homogeneidad es enemiga de los pasos concretos que exige la situación concreta.
Para dar un salto gigantesco sería suficiente la voluntad de definir un mínimo común denominador asentado en las necesidades políticas más inmediatas y muy ampliamente compartidas entre la gente de izquierda: el rechazo del plan de ajuste y de la reforma laboral, propuestas de reformas progresistas en materia fiscal, la defensa de la memoria histórica y de las víctimas del franquismo, reformas democráticas de la justicia, denuncia del concordato con el Vaticano y avances definitivos hacia el laicismo, compromiso con las demandas ecológicas, etc. Se trata de buscar ese común denominador capaz de cubrir todo el espacio a la izquierda del PSOE, incluso el de muchos votantes descontentos del propio PSOE, permitiendo desarrollar campañas en común y un posible compromiso electoral.
La convivencia sobre una mínima base de acuerdo de personas con diferentes visiones políticas (ecologistas, socialistas de izquierda, anticapitalistas, demócratas radicales, etc.) sería un tipo de experimento político totalmente diferente a los ensayados en España hasta ahora. Se trataría de un camino que, sin embargo, ya se ha transitado en otros países europeos. Nuestra debilidad (la escasa fuerza organizada a la izquierda del PSOE) podría transformarse en una potencialidad ya que, dado que ninguna organización actualmente existente puede aspirar a hegemonizar un espacio político tan amplio, la emergencia de un marco de acuerdo y de convivencia de izquierda plural podría resultar enormemente atractiva para una gran cantidad de personas de izquierda que estarían dispuestas a colaborar con un marco flexible y carente de los artificios orgánicos de la vieja izquierda.
Espacio político y movimientos sociales
Hay una confusión ampliamente extendida en ciertos sectores de la izquierda radical que identifica las posibilidades de construir nuevas fuerzas políticas con el desarrollo de nuevos movimientos sociales. Esa idea, aparentemente correcta, sin embargo, encubre una trampa evidente.
La historia de los movimientos sociales de las últimas décadas demuestra que no hay una relación uniforme entre el desarrollo de un amplio movimiento social y la emergencia de su expresión política directa. Por poner sólo dos ejemplos claros: el movimiento de la huelga general del 14-D (1988) o el movimiento contra la guerra de Irak (2003-2004).
Parece llegado el momento de que la gente de izquierda afronte fórmulas innovadoras de entendimiento que son la única base para que, en el supuesto de desarrollo de futuros movimientos sociales relevantes, éstos puedan contar con una referencia política.
Esa gente de izquierda forma parte de colectivos, partidos, asociaciones, revistas, organizaciones no gubernamentales, e incluye individualidades de la izquierda intelectual y profesional. La búsqueda de un mínimo común denominador sería un revulsivo para mucha gente de izquierda que asiste impotente a la incapacidad y declive de IU y al giro derechista del PSOE. El mero anuncio de un acuerdo básico permitiría un salto importante en el diálogo con la propia IU y con los sectores del PSOE que no compartan el giro derechista de Rodríguez Zapatero.
Un manifiesto que definiera ese común denominador podría ser la base de un nuevo movimiento político en este país. Para ello todos los colectivos organizados deberían asumir que sólo representan una cuota parte de la expresión de un sentimiento de izquierda mucho más extendido que sus estrictas fronteras. Esa amplitud de miras ya sería un paso importante hacia adelante.
Ese proyecto sería estratégico, no coyuntural, y al permitir la incorporación de independientes facilitaría desde el primer momento empezar a dotar de una nueva expresión organizada a todo lo que ahora en la izquierda social está inerme, desestructurado y aquejado de anomia.
La nueva etapa política abierta tras el giro antisocial del gobierno del PSOE y con el horizonte de venideros triunfos electorales del PP, una de las derechas más reaccionarias y corruptas de Europa, exige plantear la necesidad de que, por una vez, desde la izquierda estemos a la altura de las circunstancias y de lo que está en juego para la mayoría de la población.
Madrid, 6 de junio de 2010
Muy interesante pero dónde estan esas personas para unirme a ellas??
ResponderEliminarEn Jerez no encuentro un espacio, o personas, semejante al que describe.
En ello estoy pendiente de encontrarlo y cooperar.